Curls Addicts: la experiencia de nuestro equipo

Por: Esther M Andrade

Admito, estaba nerviosa como quien siente una inmensa admiración por alguien y está a punto de conocerle. Antes de abrir la puerta estilo francesa, como una niña insegura por su apariencia, aproveché mi reflejo en el cristal y arreglé mis rizos. Era la primera vez que, como periodista [y muy lejos de ser estilista], me invitaban a un evento para especialistas en cabellos rizados.

Detrás de aquellas puertas, una mesa de registro donde me entregaron un “hello my name is” con mi nombre [que de inmediato pegué en el pecho] y una camisa negra con letras blancas y rojas que leían el nombre del taller: Curls Addict. Al lado derecho se extendían unas cortinas blancas y altas que separaban el área de registro del evento. 

Caminé moviendo los hombros al compás de la música electrónica que ambientaba el lugar; estaba ansiosa de saber qué había detrás de aquellas cortinas. Cuando entré, a la izquierda varias mesas repletas de los productos Redken y Mizanni. En el centro del espacio, varias mesas redondas forradas con manteles blancos. Al frente, unos proyectores y pantallas que mostraban el nombre del taller. 

Lo primero que hice cuando pasé al área del evento fue, entre una veintena de estilistas y estudiantes, identificar a Gloriann, directora de étnica, y a Ana, social media manager de la revista; luego a Rosa Sosa, ¿cómo pasar desapercibida su singular sonrisa?

Mientras los participantes acomodaban sus materiales y se aglomeraban frente a las mesas donde se encontraban los productos que utilizarían, Rosa y el reconocido especialista en pelos rizados y creador del evento Eric Paulino, se acercaban, dialogaban con ellos y les agradecían por haber asistido.

Quería sentarme en un buen lugar donde pudiera apreciar todo. Las chicas de la mesa justo enfrente notaron que buscaba espacio y me invitaron a sentarme. Todas tenían una gran maleta de materiales; yo simplemente contaba con una libreta y un lápiz. 

Con mucha naturalidad, comenzaron a compartir las razones de porqué habían decidido tomar el taller. Dónde trabajan, qué era lo que más dificultad les daba al momento de trabajar con cabellos rizados, costos, espacios, productos…yo solo escuchaba.  La dinámica se repetía en las mesas cercanas, todos compartimos las mismas dudas; ellos por aprender, yo por reportar.

Se disipó la música en señal de que el taller estaba a punto de comenzar, y todos regresaron emocionados a sus mesas. De inmediato se me dibujó una enorme sonrisa en el rostro cuando vi, parados enfrente, a Rosa junto a su mentor Eric. Tenía que mantener la postura de periodista y no verme como la admiradora número uno [difícil]. 

En medio del silencio dos voces melodiosas amenizaron con un tema de R&B. Bajaron las luces y en el proyector apareció la imagen de una niña negra y otras de pieles más claras que la miraban de reojo e indiferentes; la palabra “ACOSADA” acompañaba la imagen. Fue inevitable, me transportaron a mi niñez y estoy segura que el mismo sentimiento abordó a Gloriann y a Ana.

Observé a Rosa y a Eric Paulino levantar la frente como si de igual forma pudieran levantar la de la niña que lloraba mientras la acosaban. A mí me cambiaba el semblante y se me aguaban los ojos; Rosa y Eric se mostraban ecuánimes. Pude notar como elevaban los mentones y los pechos se les inflaban cual superhéroes esquivando las balas mortales de las miradas y palabras hirientes que la niña recibía. Cuando terminó la proyección supe que aquel taller era mucho más que enseñar las nuevas técnicas, tendencias y el uso de productos para pelo rizado; era una afirmación de empoderamiento racial.

Nuevamente subieron las luces y se podían ver los rostros afligidos de algunos de los participantes; otros se mostraban sorprendidos, unos pocos entendían lo que acaban de ver. Este preámbulo [dulce amargo] se consolidó con las palabras de Eric: “el pelo rizo no es una moda, es nuestra identidad”. A las que se le sumaron las expresiones de Rosa, quien con su hablar pausado y delicado, pero a la misma vez lleno de entusiasmo, explicó lo significativo que eran estos espacios de aprendizaje y colaboración. Con humildad enumeraba aquellas oportunidades que le había dado la vida, incluyendo la de estar allí, el trabajar mano a mano y aprender con Eric Paulino en su caminar como estilista. Su voz se quebrantaba, no de tristeza, sino de orgullo por lograr visibilizar la estética afrodescendiente desde una perspectiva de empoderamiento.

El dúo de expertos detalló cada paso del taller que estarían a punto de ofrecer; Rosa desde su conocimiento como trenzadora y experta en cabellos afrorizados, y Eric desde sus técnicas en color, corte y estilo. Los participantes sacaban de sus maletas los materiales y las cabezas de muñecas para practicar. Soy sincera, de niña siempre quise una “minga”(muñeca), pero no me reflejaba en ellas; ninguna se parecía a mí. 

Las mesas se convirtieron en áreas de trabajo llenas de conocimiento y aprendizaje. Eric y Rosa se acercaban a cada una, explicaban y asistían de manera personalizada. Como no tenía la susodicha maleta, las chicas de mi mesa fueron solidarias y me prestaron los materiales y la “minga” que siempre quise; negra con el cabello rizado.

Temía que Rosa se acercara a la mesa y mi falta de destrezas pusieran en juego el momento de expresarle mi admiración, pero no fue así. Ella se acercó, y paso a paso, me explicó lo que debía hacer. Le di las gracias, me felicitó por seguir al pie de la letra las instrucciones y nos abrazamos [vaya comienzo para la periodista con alardes de estilista]. No fue necesario decirle lo que significaba para todas las niñas negras y para mí, que existiera un Eric y una Rosa que encaran todas aquellas cosas que son el reflejo de ser una mujer afrodescendiente: humilde, trabajadora, exitosa, espiritual y, sobre todo, comprometida con nuestra cultura. El abrazo transmitió todo.

Fueron dos días intensos en un espacio enriquecedor. Perdí mi incógnita de periodista para convertirme en una casi casi estudiante de estilismo, y aprendí desde sostener correctamente una tijera hasta el significado de la solidaridad. Mi compañera, Ana Castillo Muñoz aprovechó el taller al máximo. Definió rizos, hizo recortes y color en el taller. Mientras, Gloriann Sacha ideaba con Eric, como amplificar y llevar esta experiencia a estudiantes negrxs y afrodescendientes.

Con mucha seguridad y sin temor a equivocarme, la experiencia que tuvieron los participantes excedió sus expectativas. Si me preguntas qué significado tuvo para mí, solo puedo decir que la niña que se arregló los rizos en el reflejo de la puerta antes de entrar al evento, sanó.